22 septiembre 2006

El barquito de papel


Arranqué las últimas hojas de mi mejor cuaderno, y me puse a fabricar con ellas un enorme barquito de papel.

- Mira, he construido un barquito de papel. ¿Has visto qué grande es?
- ¿Para qué, si no hay mar? No hace falta.
- Ya, pero había pensado que a lo mejor con él, podría salir en busca de tesoros para ti.
- Sí... perdona, me están llamando... Luego hablamos.
- (Tesoros para ti...)

Me costó meter el barquito gigante de papel en la parte trasera del coche, tuve que abatir los asiento, y pensé: qué bien, son abatibles.

Al llegar al puerto, unas horas después, todos los hombretones marineros y otros paseantes que había por allí se partieron de risa ante la poco imponente presencia de mi barquito, que era muy grande, pero no lo suficiente para ellos.

- ¡Con ese barquito no vas a llegar ni al peñasco aquel, el de allí!

Y comprobé que, efectivamente, había un peñasco, que era aquél, y que se encontraba justo allí.

Pero ¿qué podía importarme? Sólo me quedaba mi barquito, que para mí, tenía un tamaño descomunal.

Unos calamares me siguieron durante una parte del trayecto, sorprendidos al ver que un barquito de papel tan grande podía flotar con una persona dentro. Aproveché para desayunar: pesqué dos y los freí, y como no tenía pan, me hice un bocata de calamares sin pan.

El sol brillaba como las estrellas, allá en lo alto y me sentí chiquitito... de pronto, me vino una canción que no venía a cuento, y la estuve tarareando con suaves movimientos de cabeza perfectamente acompasados. Quizás fueron esos movimientos los que me hicieron ver que me encontraba solo en un mar enorme, inmenso, profundo, y lleno de tiburones.

Los tiburones sólo se alimentan de bañistas californianos, lo he visto en la tele. Aunque no entiendo por qué, tembloroso, me puse a canturrear la canción de los payasos. “Navegar sin temor, en el mar, es lo mejor”. Logré espantarlos, y por fin divisé la Isla del Tesoro, a la que ni siquiera había mencionado con anterioridad, con lo que los maestros de Estilo y Sesudos Lingüistas me censuraron desde sus cómodos sillones de cuero, por no saber escribir un mísero relato. Obvié sus censuras, como he hecho siempre.

Tiré de mi barquito de papel, que era grande como el sueño de un niño, hasta dejarlo bien resguardado en la arena, bajo un cocotero, desde donde un mono me hizo señas. Le seguí, y me llevó hasta un lugar marcado con una X, y señalado con un cartel luminoso que decía: “El tesoro está aquí”, en tres idiomas. Mi tremenda capacidad de deducción me llevó a pensar que el tesoro podría estar muy cerca. Llamé a Tele-Pala y en menos de media hora, me trajeron una pala de juguete y un cubo naranja de regalo. Unas sirenas quisieron tentarme con sus cálidas voces: “haz castillos de areeenaaa”, y aunque me apetecía mucho hacer castillos, pensé que lo que buscaba era un tesoro para ella, que probablemente estaría durmiendo a estas horas.

Cavé y cavé, y pensé que acababa de escribir una de las frases más feas de la Historia, y cuando acabé, pensé que había concluido con el peor juego de palabras de la Historia.

El Tesoro se encontraba a un par de metros de profundidad, era un enorme cofre tan pesado que tuve que pedir a unos cangrejos que me ayudaran a sacarlo. Me recriminaron un poco mi actitud en la ciudad, uno de ellos era primo lejano de otro que me había comido en ensalada, pero me perdonaron porque los cangrejos no son muy rencorosos.

Abrí el cofre y vi que en su interior, había efectivamente, un tesoro, un tesoro con tanto valor que jamás pensé que pudiera existir algo así.

Cargué el Cofre en mi barquito de papel, donde quedaba espacio para veinte cofres más, y emprendí el viaje de regreso, no sin antes despedirme de mis amigos, los cangrejos. La travesía fue mucho más corta, porque me sabía el camino y también porque estaba cansado de escribir.

Al llegar al puerto, los hombretones volvieron a mofarse de mí y de mi barquito de papel, que por ser tan grande y ante tanta inactividad, empezó a hundirse dándome el tiempo justo de retirar el cofre, con la ayuda de un marinero que comía espinacas. Si vas al puerto, puede que veas cómo descansa mi barquito en el fondo del mar.

Llegué a su habitación, y, efectivamente, estaba dormida, por cierto, era tan guapa... Coloqué el cofre a los pies de su cama, y esperé a que despertara, sin saber cuál iba a ser su reacción. Sonríe... debe estar soñando...

Voy a hacer un avioncito de papel.

20 septiembre 2006

EL ÁNGEL DE PIEDRA


Kaixinha me pidió que ilustrara con palabras una de sus fotos.

Acepté gustosamente el reto, y fue un honor para mí que publicara en su blog este trabajo conjunto.

Esta es la historia, os invito a recorrer el blog de Kaixinha, que además de amiga, es una gran fotógrafa, como podréis comprobar.

Y ahora, os dejo con la historia del Ángel de Piedra, pero por último, quería añadir que su nuevo reto ha sido "escribir otra sobre la misma foto con un final feliz". Va a ser mucho más difícil.

Hoy soy una estatua, ese ha sido mi castigo para toda la eternidad. Pero antes fui un ángel, y necesito contar mi historia, aunque nadie la lea.

Vivía feliz en el Cielo, allí donde todo es placentero y dulce como una tarde de invierno compartiendo un chocolate caliente. Un día, me llamo Elquemanda. “Ángel, voy a encomendarte una misión: proteger a una criatura de la Tierra, tendrás que acompañarla, cuidarla, mimarla, porque no quiero que esté sola.” Acepté, ilusionado por el periodo que iba a pasar en el planetita azul, del que tanto me habían hablado.

Llegué hasta el lugar donde la criatura dormía, y soplé con suavidad para que su despertar fuera también muy suave. Cuando abrió los ojos, su mirada me deslumbró y me refugié en un rincón de su cuarto. Tímidamente, me acerqué a ella y quedé tan impresionado por su belleza que se me erizaron hasta las plumas de las alas. Comprendí que iba a tener problemas...

¿Cómo cuidar y proteger cuando te van arrastrando los sentimientos, como un tronco a la deriva en un río caudaloso? Poco a poco me dejé llevar por los miles de detalles que la hacían tan encantadora, y si bien procuré cuidarla y protegerla, mi exceso de pasión me llevó a utilizar mis alas como un escudo, para que nada del mundo del Mal pudiera nunca hacerle daño. Ese fue mi error, la muchachita, guapísima por cierto, empezó a sentir calor, y después, sofoco. Se sintió ahogada y oprimida por esa presencia constante, por esas alas de ángel, capaces de hacerla volar, pero también capaces de encerrarla como si fuera una presa.

“Vete, no quiero verte nunca más”... fueron sus últimas palabras.

Volví cabizbajo al Cielo, y me dijeron que, por primera vez, un ángel no había cumplido su misión. Esperé resignado mi sentencia: “Lo siento, seguirás siendo un ángel, pero de piedra.”

Hoy soy una estatua, ese ha sido mi castigo, y la eternidad, fría como una piedra, no se acaba nunca.

17 septiembre 2006

Le petit fil

He estado limpiando un poco mi desordeando ordenador, y al recuperar viejos textos, escritos en mi primer Diario de un Gato Callejero, no he podido resistir la tentación de leerlos; curiosamente, porque no suelo hacerlo.

Vuelvo a publicar algunos de los más personales, para el recuerdo o el descubrimiento, y porque las palabras no deben morir. Y agradezco a todos los que se pasearon por mis páginas, dejando el rastro de sus comentarios (que están cuidadosamente guardados en mi cajita de los tesoros), el apoyo incondicional y el cariño que me brindaron. El regreso del Diario de un Gato Callejero está dedicado a todos ellos, a todos vosotros, y, claro, a Ella.


Le petit fil (abril 2006)

Il y a un fil très fin entre toi et moi, un fil invisible que personne ne peut voir, sauf nous. Ce fil est un fil très élastique qui ne se brise jamais. Je t'écris, ce soir, pour t'en parler.

Hay un hilo muy fino entre tú y yo, un hilo invisible que nadie puede ver, excepto nosotros. Este hilo es un hilo muy elástico que no se rompe nunca. Te escribo, esta noche, para hablarte de él.

Il s'agit d'un fil, un lien, pas une corde, qui ne nous attache pas. Par contre, il est issu de nous et petit à petit il nous a uni, grace aux tonnes de choses qu'on a en commun, dans tous les sens.

Se trata de un hilo, un vínculo, no una cuerda, que no nos ata. En cambio, proviene de nosotros y poco a poco nos ha unido, gracias a las toneladas de cosas que tenemos en común, en todos los sentidos.

J'ai bien dit que personne ne peut le voir sauf nous. Pourtant, ceux de notre entourage savent qu'il existe, malgré certains d'entre eux.

Sí, he dicho que nadie puede verlo excepto nosotros. Sin embargo, nuestro entorno sabe que existe, pese a algunos.

On peut subir la tempête la plus forte, une de ces tempêtes qui fait chavirer les bateaux, et même si on fait naufrage dans des îles différentes, le fil tiendra le coup.

Podemos soportar la tormenta más fuerte, una de esas tormentas que hacen volcar los barcos, e incluso si naufragamos hacia distintas islas, el hilo aguantará.

La vie peut parfaitement (ces derniers temps, elle a l'air de vouloir le faire) tenter de couper le fil avec ses ciseaux, et les gens peuvent essayer de le piétiner, même de l'arracher. Ce n'est pas si facile que ça. D'ailleurs, le Diable n'est pas assez fort.

La vida puede perfectamente (estos últimos tiempos, parece querer hacerlo) intentar cortar el hilo con sus tijeras, y la gente puede intentar pisotearlo, y hasta arrancarlo. Eso no es tan fácil. Además, el Diablo no es tan fuerte.

Peut-être que demain, tu continueras ta vie comme avant, sans moi. Peut-être qu'il n'y aura plus de voiture verte en bas de chez toi, plus de gourmandises dans ton tiroir, plus de petit déjeuner improvisé, de repas élaboré, plus de longues conversations où on partage nos meilleurs moments et aussi ceux qui nous on fait le plus de mal, peut-être qu'on ne dînera plus ensemble, et qu'on ne s'embrassera plus du tout, et qu'il n'y aura plus une seule caresse, peut-être que mon numéro de téléphone n'apparaîtra plus sur l'écran du tien. Ta vie est si comblée, si pleine, et ton temps est si partagé, que parfois, je vois qu'il n'y a pas assez de place, et que je dois partir.

Quizás mañana sigas con tu vida como antes, sin mí. Quizás ya no haya coche verde bajo tu casa, ni chucherías en tu cajón, ni desayuno improvisado, ni comida elaborada, ni largas conversaciones en las que compartimos nuestros mejores momentos así como los que nos han hecho más daño, puede que ya no cenemos juntos, y que ya no nos abracemos, y que ya no haya una sola caricia, puede que mi número de teléfono no vuelva a aparecer en la pantalla del tuyo. Tu vida está tan colmada, tan llenta y tu tiempo está tan repartido, que a veces veo que no hay espacio suficiente, y que debo marchar.

Mais l'essentiel, c'est que ce fil existe et qu'il existera toujours. Si jamais un jour je te manque, tu n'auras qu'à tirer un peu de lui, et tu me reverras, avec mes cheveux mal peignés, avec mes paroles qui sont presque toujours gentilles, avec mes mains de chien et mes leçons de français, avec mon caractère, mes larmes et mon sourire.

Pero lo importante, es que este hilo existe y que existirá siempre. Si algún día llegas a echarme de menos, sólo tendrás que tirar un poco de él, y volverás a verme, con mi pelo mal peinado, con mis palabras que casi siempre son amables, con mis manos de perro y mis lecciones de francés, con mi carácter, mis lágrimas y mi sonrisa.

Ma douce, ma petite fille, je ne disparaîtrai jamais complètement, et dans dix ans, peut-être que tu remarqueras qu'il y a un petit fil que tu avais presque oublié, mais qui est toujours là, et que ce fil existe pour une raison très simple. Alors, peut-être aussi, tu décideras qu'il est temps de commencer, de bien commencer.

Mi dulce, mi pequeña niña, no desapareceré nunca del todo, y dentro de diez años, a lo mejor notas que hay un hilito que tenías casi olvidado, pero que sigue ahí, y que ese hilo existe por una razón muy simple. Entonces, quizás también decidas que ha llegado el momento de empezar, de empezar de verdad.

Je t'embrasse très tendrement et très fort, comme les jours où il fait froid.

Un abrazo muy tierno y muy fuerte, como en días de frío.

Dedicado a la ardilla que me roba cada noche, las horas de sueño, y que cura mi alma con una mirada.
El texto lo escribí inicialmente en francés, y lo lee muy bien.
Peut-être m'aimera-t-elle, un jour...
Quizás...

09 septiembre 2006

Maullidos

Las primeras lluvias de septiembre, esos aguaceros tradicionales del preotoño que sorprenden a los paseantes nocturnos de las grandes ciudades, habían dejado las calles húmedas y casi frías. Una farola mal instalada por los funcionarios de un ayuntamiento inepto parpadeaba dando luz y oscuridad simultáneamente, cumpliendo e incumpliendo con su deber, en un acto constante y cadencioso de rebeldía y arrepentimiento. Con esa luz y no luz, no resultaba del todo fácil localizar la silueta siempre elegante de Gato Callejero que caminaba despacio, acompañado de su sombra. Gato tenía hambre de Ella, y miraba con cierto desdén los restos de latas de sardinas que iba dejando a su paso. Tenía ganas de hablar, de mantener una de esas viejas conversaciones larguísimas que había tenido, tiempo atrás, con su gatita preferida, su favorita, la más guapa, por cierto. Gato Callejero seguía buscándola, y levantaba sus orejas agudas al más mínimo sonido que pudiera indicar dónde se encontraba la felina de sus sueños. Con agilidad y precisión, subió por unas tuberías hasta llegar a los tejados, su territorio. Desde allí, la ciudad entera parecía una maqueta en la que todo es de mentira. Alzó el cuello y sus pupilas reflejaron una hermosa luna casi llena. Instintivamente, miró hacia atrás y vio que lo único que quedaba en su vida era su sombra, estilizada por la luz de Luna, que le miraba compasivamente. Gato Callejero maulló como nunca lo había hecho, era un maullido tan desgarrado, tan lleno de tristeza y de dolor, que las nubes rugieron, Luna se eclipsó, y los ángeles, todos los ángeles del cielo y de la tierra, se fueron al infierno, a llorar con los demonios. El Diablo habló con Dios, y ambos, enfurecidos, decidieron que la Ciudad de las Mentiras debía quedar sepultada por el agua, salvando únicamente sus tejados.

Hoy, sobre esos tejados que son la prueba de que un día existió una ciudad, se ve, cuando brilla la Luna triste, un Gato Callejero que camina por ellos, mirando al suelo.

03 septiembre 2006

Siete vidas


El gato murió, otra vez. Su cuerpo inerte permaneció varios días en el suelo, hasta que su sombra vino a rescatarle. Primero, con buenas canciones que le hicieron recordar vidas anteriores. Después, con palabras de ánimo y con mucho cariño, porque el cariño puede rescatarte de la mismísima Muerte. Cuando al fin se levantó, su sombra, fiel, le dijo: "Qué bien, has vuelto. Vamos a seguir, tenemos mucha vida por delante."
Los diccionarios se preguntaron qué quería decir "cariño", y cuál era el significado de la palabra "fidelidad".
No se les ocurrió preguntarle a la sombra, ni consultar su diario. Estúpidos...
Ahora, el Gato Callejero camina con elegancia por los callejones de la ciudad, y Sombra no se separa de él.