13 mayo 2007

Luciernaguita

Cuando mi casa quedaba en silencio y la oscuridad de mi habitación me impedía dormir, venía a visitarme un personajito al que decidí llamar “luciernaguita”. Revoloteaba a mi alrededor con un brillo suave, y recuerdo que en invierno, sentía cómo me calentaba el corazón, y cómo también, en verano, refrescaba la estancia con sus alas invisibles. No sé si era hada o ángel, elfo o pajarito sagrado. Lo que sé es que su luz me tranquilizaba, y me ayudaba, despacito, a entrar en el mundo de los sueños con la sonrisa de un niño inocente.

Hasta que de pronto, una noche larga y tenebrosa, después de apagar todas las luces, me puse a esperar y esperar, y vi que no venía. Pensé que quizás, Luciernaguita estaba ocupada en otras cosas, o que simplemente se había dormido. Pero el tiempo fue pasando, y mis insomnios se fueron acumulando, mezclados con sueños tristes y despertares oscuros.

Luciernaguita no está, al menos no siento su presencia. No sé si el problema está en mis sentidos, porque no consigo ver su brillo suave en la oscuridad, porque no oigo bien su aleteo reconfortante, o porque simplemente, ha decidido no volver.

Ahora, temo apagar las luces cuando llega la noche, porque sé que mi corazón está latiendo más despacio, y porque tengo miedo de no volver a verla nunca más.