09 septiembre 2007

Birdy, el espantapájaros

El artesano terminó su muñeco insatisfecho. Por más que lo intentaba, le había salido mal, y su espantapájaros no paraba de sonreír. “No sonrías, queremos gente seria en nuestra sociedad”. Pero era inevitable. Birdy, así se llamaba el espantapájaros, encontraba siempre un motivo para sonreír.

Le asignaron su función: “Ahuyentarás a las aves, para que nuestra cosecha dé buenos resultados y ganemos mucho dinero a costa de la Tierra, que para eso es nuestra.” Dijeron sus amos. Y le plantaron en medio de un terreno fértil.

Muy pronto, las aves se posaron en sus brazos. Sus briznas de paja retenían semillas perdidas al viento, y era más cómodo para los pájaros acudir a él en busca de alimento, que robar las que habían sido plantadas. Birdy, feliz, guardaba en sus bolsillos las que sobraban, para repartirlas después entre sus amigos alados, en medio de interesantísimas conversaciones.

La cosecha fue de las mejores, pero los ricos, pobrecitos, siempre quieren más de lo que tienen. Vieron que Birdy jugaba con un pájaro y le hicieron responsable de no haber obtenido mayores beneficios.

Birdy fue condenado a 20 años y un día. “¿Por qué un día más, señor juez?” preguntó durante el juicio. “Para que, cuando hayas cumplido tu condena de veinte años, sepas que todavía te queda un día más de prisión, para que la libertad se haga esperar, porque así es la Justicia de los hombres.” Contestó el juez, con frialdad.

El pobre espantapájaros, ya entre rejas, sonrió de nuevo al escuchar el canto de los pájaros, sus amigos. Éstos le trajeron la llave de la celda, y al día siguiente, Birdy era libre, libre como las aves.

Su constitución le ha permitido servir de refugio, desde lo alto de un árbol, a los recién nacidos que todavía no saben volar, y ha pasado de ser un espantapájaros a ser el Cuidador de los Pajaritos del Campo. A cambio, los pájaros reparan sus cuerpo como si se tratara de un nido; y Birdy sonríe, y sonreirá siempre, porque la sonrisa, ese gesto en vías de extinción, es un arma mucho más poderosa que mil cuchillos afilados, que cien cañones cargados o que cuatrocientos kilos de pólvora, y el que sonríe es más fuerte que los que se creen justos por seguir los principios de una justicia injusta.

Foto: Juanjo. Si haces clic en ella, verás que Birdy sonríe, entre rejas.