28 octubre 2007

El Libro


Callejeando, el Gato se encontró con un precioso libro de gruesas tapas, páginas escritas con esmero y bonitas ilustraciones de colores. Se lo llevó a su tejado preferido, y allí, bajo la luz de la luna llena, empezó su lectura. Era un libro mágico, cuyo contenido se iba adaptando a sus deseos, y desde los primeros capítulos, encontró un mundo dulce, en el que las hadas cuidaban de una hermosa princesa, más guapa que un rayo de sol en invierno, y no existían las brujas, ni los ogros, ni había malos, y la princesa se enamoraba de un mendiguito, poeta y saltarín.

Pero a medida que el día desplazaba con insolencia a la noche, las páginas se fueron llenando de manchas negras. Había empezado a llover, y las gruesas gotas deshacían la tinta, convirtiendo el precioso cuento de colores en una historia terrible. Las hadas se fueron deformando hasta parecer monstruos, y la princesa, dando la espalda al mendiguito, que era tan poeta como saltarín, cedió ante el poder inmenso y oscuro de la Realidad. Y mendiguito dejó de saltar, y no volvió a escribir un solo verso, jamás.

Asustado, el Gato quiso pasar desprisa las páginas, para llegar cuanto antes al final, con la idea de salvar lo insalvable, pero era tarde, a medida que recorría velozmente las páginas negras, su corazón de gatito latía más y más rápido, hasta que la luna desapareció del todo, dando paso a una mañana de domingo triste y lluviosa.

Desde los tejados, se oye todavía un maullido triste como unas páginas mojadas, junto a un libro que nunca volverá a abrir. Su vida ha cambiado; desde entonces, el Gato Callejero no ha vuelto a soñar.

FIN

Foto: Juanjo