La decepción
Me senté en un bordillo, en una calle apartada, porque sentí que las piernas ya no me sostenían.
Y también, y sobre todo, la decepción.
Debajo de mí, fluía un riachuelo de agua, típico de las calles de París: “les caniveaux”, y recordé que, cuando era pequeño, colocaba billetes de metro enrollados que me encontraba por la calle, y los convertía con mi imaginación en barquitos, que seguían la corriente. Comparé el juego con los de última generación de las últimas consolas de videojuegos, y pensé que no había color. Era mucho más divertido seguir el recorrido irregular de mi barquito, al que acompañaban siempre cientos de aventuras. Un par de lágrimas se asomaron por mis ojos, y mientras me esforzaba en retenerlas, un niño, un mocosillo, se sentó a mi lado. “¿Qué te pasa?” me dijo, mirándome con el descaro de los inocentes. Casi sin calibrar que hablaba con una criaturita de unos ocho años, me puse a contarle mi historia, mientras el agua seguía fluyendo como un río tranquilo; escuchó con atención y cuando acabé, muy serio, el pequeño sentenció: “¿Entonces ella no te quiere?” El pitufillo había resumido en cinco palabras todo lo que yo había luchado por comprender, desde hacía ya mucho tiempo. “No, no me quiere”. Jamás había dicho esa frase con tanta convicción. “¿Y por qué sigues llorando? Ten. Te regalo mi chicle. Lo había guardado en un bolsillo, para después, pero te hace falta más que a mí”. Perplejo, le miré fijamente. Su gesto no había cambiado, y muy serio, su manita tendía un chicle hacia mí. Lo cogí, y por agradecimiento, me lo llevé a la boca. No pude evitar hacer un globo que me explotó en la cara, lo que provocó una sonora carcajada en el renacuajo que me había escuchado con tanta atención. Después, nos levantamos los dos, me dio la mano en un saludo solemne, y me dijo: “Guarda tus lágrimas para cuando hagan falta, y recuerda que alguien capaz de encontrar una historia en un billete de metro enrollado, merece que de vez en cuando, le regalen un chicle o un poco de cariño. Me voy, que tengo que volver al cole.” Quise darle las gracias, pero ya se había dado la vuelta y se marchaba, silbando una canción que me trajo nuevos recuerdos antiguos.
Unos transeúntes se sorprendieron al ver un adulto que hablaba solo, con restos de chicle en los labios, en una calle de París.
9 Comments:
Cuando derrame mis lágrimas en una calle de Paris, espero encontrar un renacuajo que me regale un chicle...
Quiza si el tiempo lo permite, podrías ser tú amigo...
il reste peu...
80 jours..., hasta entonces, te sigo leyendo...
Te imagino y me entran unas ganas inmensas de abrazarte.
Pasara.
Un abrazo muy fuerte.
Te propongo una terapia. ¿Cómo es Ella? Sabemos algo de tus sueños, de tus tristezas, alegrias, decepciones, maravillosa ternura...Pero...un retrato suyo hecho por ti podría ser sublime.
Déjame abrazarte hoy.
La vie est injuste... on ne peut jamais avoir ceux que l'on aime...
Mais ta souffrance exprimée par ce merveilleux tableau montre que même si la vie n'est pas un long fleuve tranquille, ce petit garçon t'a ouvert les yeux sur la dure réalité des choses qui te permettra peut-être de vivre autrement...
JUANJI...Esa sería tal vez la voz de la consciencia que siempre nos revela lo que no queremos ver ni oir?
¡NO IMPORTA!
Duele,lo sé!Duele asimilar que lo que queremos no será nuestro,que no es posible,pero miremos el lado positivo de las cosas también...(disculpá mi atrevimiento),pero yo creo que no es que "ella" no te quiere,sino que no es para vos...Y lamentablemente solemos aferrarnos a lo que no nos esta destinado!
P.D.:Secaré esas lagrimitas y colocaré la más fresca sonrisa cuando esos recuerdos te acosen...
Je t'embrasse très fort...
(Je désire te manger tout cru)
**perdón por mis errores patéticos en Francés**
si tu pleures pour avoir perdu le soleil, les larmes ne te permettront pas de voir les étoiles.
gros bissoux et ne pleures surtout pas!
*..ton étoile..*
Las mejores conversaciones son las que se mantienen con uno mismo...
Los niños siempre tienen la razón.... ojala siempre nos regalen un chicle. besos
Con nostalgia apretada, me evoco de niña recogiendo papelitos de dulce por las calles para convertirlos en billetes, soñaba con ser contadora; sin saber que mi destino estaría labrado en la antropología, al fin sueños infantiles...
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